No he llegado a decir mucho todavía, pero mucho, de una vez, es demasiado. Pude huír unos segundos del presente, del pasado, y fui al futuro, y ahí te vi, en una historia ya vivida. No me quise entrometer, no soy el viento, aunque acaricié tu pelo a la distancia, como el agua al paladar que ayer, en sueños, me bebí con tanta sed que fue un pecado. Era otoño, vi en tus ojos ese festival de hojas que caían, convincentes, como esos días que nos quitaron el tiempo, ese ahora que nos somete, sin quererlo, juntos, como ayer, que separados firmábamos los tristes contratos que rompieron. No he intentado aún poseer tu piel, pero la siento como el pájaro al canto; necesito del misterio simple de tus rutas, de los caminos que conozco, irrepetibles, imploro tus amaneceres y ocasos perfeccionándolo todo. Quiero que llueva en tus labios, ser yo el dueño de tu cielo tan celeste incluso, al menos, por un rato, de esa curva universal y absoluta, de ese espacio sin dimensión ni tiempo. Darte un brillo, osar menospreciar tu sonrisa por llegar a conocerte; asumir mi deuda, ya que aún no me has besado y yo lo hice muy pocas veces. Sincerarme hasta el dolor (¡cómo no hacerlo!) y mostrarte que te extraño, que no entiendo tu placer, y lo comparto; ante tu perfil, yo he de decirlo mi seguridad sólo es un artificio. Tu rostro de frente al sol no es un milagro, no es divino, no es sensual ni un simple vicio: es la muestra de la más dulce agonía, es la calma tras tu cielo sin colores, es una niña sentada en la vereda que me observa, sin necesitar mirarme, que me abraza, con las manos en sus piernas, y me explica, inocente, lo que veo.. y no veo más que a otro tierno niño que tiene las mismas dudas y esos sueños, que hoy está muy despierto, y se pregunta si una mujer lo ha besado, en este tiempo.
- Piojo -
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